Hola a todo el mundo. He querido escribir en este blog una última vez para despedirme y poner un cierre a aquella etapa.
Yo abrí este blog en el verano del 2010 cuando crucé por primera vez en mi vida el continente euroasiático de punta a punta para irme sola a estudiar Medicina China a Pekín. Antes de aquel viaje que con tanta ilusión e impaciencia esperaba, busqué información en Internet sobre lo que iba a ver y conocer para sentirme preparada, pero no encontré demasiados datos de lo que yo quería: cuánto costaban las cosas, cómo funcionaba la cultura desde la perspectiva de una extranjera, cómo se sentía el estar en una ciudad tan grande, qué sucedía en el ambiente... Y por este motivo sumado a mi afán por escribir y mis deseos de compartir mi viaje con mis seres queridos, fui compartiendo todas las novedades que me parecieran reseñables. Al principio escribía a diario, luego se fue espaciando en el tiempo hasta quedar sólo la necesidad de explicar los aspectos más prácticos de mi aventura: cómo hacer lo que yo había hecho. Esta penúltima entrada es la que más popularidad ha tenido y me parece que se ha convertido en un referente de quienes estudian Medicina China, lo cual me llena de orgullo y satisfacción: he logrado mi objetivo primigenio que era ayudar a otras personas a estar menos perdidas.
Yo terminé de publicar en el año 2011 pero no fue hasta el 2013 que regresé a España definitivamente. En ese periodo de tiempo, al principio, continué con entusiasmo mis estudios y comencé el primer curso de Medicina China en BUCM. Aquí empezaron los problemas ya que, por mucho que hubiera aprobado el curso de iniciación, mi nivel de chino era insuficiente para la tarea que me cayó encima, así como a muchas de las personas que compartían clases conmigo. Empezamos a caer como moscas. Algunas personas derivaron al curso en inglés, otras repitieron curso, otras fuimos aguantando un tiempo más, mientras que sólo tres personas de las que yo conocí en el curso de iniciación fueron capaces de salir adelante con esfuerzo pero sin caídas.
Las clases de la universidad eran muy decepcionantes para mi. La clase que más logró decepcionarme fue la de Zhong Yao [disculpad, no tengo instalados caracteres chinos en este ordenador] que se traduciría aproximadamente como Fitoterapia, aunque es inexacto. Me decepcionó porque se trataba del estudio de más de 300 componentes de los cuales al menos la mitad estaban al alcance de todo el mundo en el campus, por los jardines, con placas colocadas en cada árbol, cada flor, con la información básica a nivel médico. Las clases podrían haber consistido en la recaudación y contemplación, saborear y cocer componentes. En su lugar nos encerrábamos en aulas enormes y oscuras con una profesora ante un atril que iba leyendo en voz alta el libro mientras subrayaba lo más importante en la pantalla grande, tal cual salía el texto del libro. Las clases consistían en subrayar lo que la profesora subrayaba y lamentar el pobre conocimiento de chino que yo tenía para poder quejarme con todas las de la ley de que la profesora no estuviera diciendo nada interesante, aunque me consta que así era. Para mi la mayoría de esas clases se convirtieron en un espacio de tortura en que el idioma al que tanto tiempo y pasión dedicaba se volvía un sonido irritante que retumbaba sin sentido más allá de mis oídos. En clase de filosofía diréctamente dormía (salvo un día que me desperté porque el profesor profirió un eructo impresionante en medio de una explicación, aquello era tan llamativo que me animó un poco).
Con el paso de los meses y tras suspender la mitad del curso (si logré aprobar la primera mitad fue gracias a la tenacidad y apoyo de mi amiga Midga, una compañera de mongolia con un afán de estudio admirable y también un tanto obsesivo), mi ilusión por estudiar en Pekín había muerto y quise continuar un poco más de tiempo mientras decidía qué hacer. Para aquel entonces yo ya daba clases particulares de español y ganaba la nada despreciable suma de 2000 yuanes al mes por mis propios medios, además de lo que me enviaban mis padres para mi manutención. Comencé una búsqueda de alternativas para continuar mi vida en China enfocándome a la idea de trabajar en algo más rentable aún mientrtas seguía aprendiendo por mis propios medios los asuntos de la salud. Aunque en este proceso me acompañaba también una sombra que había comenzado a sobrevolar por encima de mi familia en el verano del año 2012.
En Enero de 2013 regresé a España antes de concluír los exámenes del semestre. Para mi eran un suspenso evidente y albergaba una preocupación mayor sobre mi: la salud de mi madre. Ella no me había comunicado nada pero, dado que se había sometido a una colonoscopia por tener síntomas atípicos, su cambio de actitud en el último mes fue motivo suficiente para no soportar la espera y mucho menos para enfrentarme a exámenes que no iban a ninguna parte. Desde que llegué no tardó en comunicarme que, efectívamente, tenía cáncer de colon. Podéis imaginar la reacción que yo viví: lágrimas, búsqueda de apoyo para mi y dar muchas muestras de cariño a mi madre. Ella me juró que estaba todo bajo control y fuimos a ver al médico que iba a tratar su intervención. Fue entonces cuando yo decidí que regresaba definitívamente, aquello era para mi más importante que nada y mi tiempo en BUCM había concluído. No tenía planes específicos. Igual que podía buscar un trabajo en China, podía volver a España para cuidar de mi madre.
No quisiera entrar en muchos detalles sobre cómo el cáncer de mi madre se convirtió en metástasis pero ahí entró en juego un médico muy bueno que trabaja con medicina holística gracias a quien recuperamos cierta esperanza. A partir de este momento en que mi madre tenía fiebre y ya no podía hacer su vida con normalidad, yo pasé a tener un papel más o menos importante en su cuidado y, desde que ella me permitió empezar a ayudarla ese mismo julio de 2013, todas mis energías y conocimientos sobre medicina china se pusieron a trabajar con un único objetivo: vencer al cáncer. Muchas personas de muchas partes del mundo colaboraron en este proyecto y era habitual que contactara con compañeros para pedir opiniones sobre puntos específicos de acupuntura. Libros de anatomía, estudios de distintos autores con teorías sobre el cáncer, el magnífico trabajo de Martí Bosch publicado en youtube... todo un estudio de investigación partiendo de medios muy escasos.
Durante casi 6 meses todo fue a mejor y la fiebre de mi madre desapareció así como parte de la metástasis, concrétamente la del pulmón. Fue entrando en la primavera que la metástasis del hígado creció y comenzó una empinada caída hacia la muerte. El 2 de Agosto de 2014 dejó este mundo para siempre.
Todo este proceso fue un profundo aprendizaje para mi, en muchos sentidos, y fue una destrucción absoluta de mi vanidad, una vanidad que me había hecho creer que realmente sabía algo de medicina china y que podía vencer al cáncer, que podía vencer a la muerte. Durante un año sólo cupo en mi mente una obsesión que me acompañaba las 24 horas del día y a penas me dejaba descansar durante breves minutos si me reunía con alguna amistad (algo extraordinariamente poco común). Mi obsesión era entender y saber cómo abordar el cáncer desde todas sus posibles perspectivas y vertientes. En el mismo instante en que acepté la inminente muerte de mi madre, una semana antes de que nos dejara, nació en mi una repulsión al estudio de la que aún no me he recuperado. Desde aquel momento cualquier intento de contacto con un libro de anatomía, la búsqueda de puntos de acupuntura o la revisión del pulso o la lengua propia o ajena me provocan una especie de vértigo, un mareo físico acompañado de náuseas, como si bajara de una montaña rusa en un mal día.
No pienso quedarme ahí, para mi la medicina china es algo que está muy dentro de mi misma, algo que me ha acompañado mucho y de lo que he aprendido mucho (y de lo que quiero aprender mucho más). Pero es el punto en que me encuentro ahora. Sé desde el año 2013 que no volveré a estudiar en BUCM, este blog ya cumplió su función fundamental y ahora permanece como un referente activo a través de comentarios en una entrada. Es suficiente. Estoy satisfecha. Y ahora que os he explicado cómo terminó aquella etapa de mi vida, aquello que comencé a relataros en el 2010, puedo despedirme tranquila.
Todos los viajes tienen alegrías y penas, la incertidumbre es la esencia de toda aventura. Esta es mi historia, la historia que yo viví, con mis alegrías y penas. Y siento que ha sido una historia muy interesante, enriquecedora y completa.
Gracias por haberme acompañado en este viaje. Espero que os haya sido de utilidad mi experiencia y que pronto os lancéis a vivir la propia. ¡Adelante! Jia You! ¡Y muchos ánimos, Grandes Vesículas!